El cielo se reflejaba en sus ojos tristones, en su delicada piel blanca, en sus dedos largos delgados que me apasionaban más que nada. Todo el mundo se reflejaba en ella, en su sentido de humor,en sus labios, en sus besos que no tenían un propósito en especial para dármelos. Era el día perfecto, era cuando, después de mucho tiempo, le pediría que se casase conmigo. Aceptaría de seguro, lo haría, después de todo era su único amor.
El parque donde nos sentamos era hermoso. El pasto tenía un verde puro, un verde que no se opacaba. Las personas que pasaban eran parejas de ancianos que nos sonreían como recordando viejos tiempos. Los niños que corrían divirtiéndose en el parque se nos acercaban, nos miraban agarrados de la mano y con una sorpresa en su rostro se iban sonrojados. Ella estaba perfecta, sin maquillaje, con su polito que le obsequié en su cumpleaños, con su miradita penetrante y su cabello lacio que se llevaba el viento suave. De vez en cuando le acomodaba su pelo que el viento jalaba a su cara. Estaba hermosa. Conversamos y nos reíamos, éramos felices en esos momentos. Mis dedos se entrelazaron con los suyos, y ella apretó livianamente. Nos miramos a los ojos y yo veía en ella quien iba a ser mi compañera durante mi vida. Me cogió el rostro sin dejar de mirarme, se acercó lento y dejó que sus labios me besaran. Seguimos besándonos. Nos detuvimos.
-Hay algo que quiero decirte.
-¿Qué es, amor?-preguntó-.
Cogí sus dos manos y la miré con la mirada más tierna que me salió. Ella me miraba enamorada.
-Eres más que una ilusión para mí, más que un simple sentimiento pasajero-miré sus manos y volví a sus ojos-, eres más de lo que estuve rogando al cielo para encontrar. De todo lo bueno que he hecho, Dios me recompensó poniéndote en mi camino. Tú no eres más que un impulso al amor, eres el mismo principio de amor. Te amo. ¿Quieres-tragué saliva-… Conmigo-me atragantaba-… casarte?
Soltó una risita. Su mirada penetró mi ser y por un momento sentí que leía mis pensamientos. Sus ojos comenzaron a brillar, a chispear, a botar lágrimas. Una sonrisa se asomó a su rostro hermoso y una miradita más a mis pensamientos bastó para que pronunciara palabra.
-Qué lindo eres. Nunca encontraré alguien como tú. Sobrepasas lo que una vez pensé como chico ideal. Eres estupendo.
Bajó la mirada y lloró más fuerte.
-Pero no puedo. Me voy a Europa la semana entrante, y no sería posible que regrese. Tengo un tío allá que me tendrá en su hogar. Mis padres no me quieren aquí-me miró de nuevo-. Había elegido este día para decírtelo por eso me puse hermosa para ti. Perdón, no pensé que me dirías eso, especialmente hoy-dejó de llorar-. Te amo.
Se paró y salió corriendo soltando las lágrimas en el aire las cuales brillaban por el sol cálido de la tarde.
Lloré.