Decirle que la amaba fue una mala idea. Sabía que ella aún sentía algo por André, sus sentimientos hacia él no se habían ido como yo lo había pensado. Después de ver cómo me decía que me consideraba como un amigo, opté por no llorar y darle una sonrisita hipócrita diciéndole que no se preocupara. Al parecer ella se tranquilizó y se puso algo alegre que lo comprendiera.
-¿Qué sientes por André?
-Lo amo.-Eso me temí.
Mis manos no dejaron de sudar mientras ella me hablaba que no lo podía olvidar, que esos días felices seguían siendo de ella; sin embargo, no de él.
-Yo te amo solo a ti.
-No sigas, Samuel.
Volteó el rostro para no mirarme. Estaba llorando. No me había percatado cuándo esas lágrimas se deslizaron en mis mejillas. Y la verdad es que la amaba.
-¿Me puedes dejar solo?
Se paró y se fue. Me sequé las lágrimas con mis manos. Susurré:
-Pero, él no te ama-cogí mi valentía en mis pecho y absorbí la vergüenza en mí-. Yo, sí.
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