Querida Susan.
¿Sabes que estoy de viaje en Londres? Aquí las cosas son muy distintas, mucho mejores. Sabrás, por la foto que te mandé en mi otra carta, que el hielo es un feo amigo que ni puedes tomarlo como enemigo. Estoy helado y tiemblan mis manos, por eso escribo de ese modo. Me disculparás por la letra, te juro que es lo mejor que puedo escribir. Pero anímate con este dibujo que hice para ti, no es muy bueno como las obras aquí pero aunque sea es algo que te doy con cariño.
Susan, no he dejado de pensar en ti. Desde que nos conocimos fuiste muy especial para mí, tú lo sabes. Te extraño mucho y me siento solo por las noches, sin tu compañía, sin tu calor. Te necesito de verdad. Quiero que gocemos de la vida agarrados de la mano y pasear como antes lo hacíamos, ¿recuerdas? Lo siento si te hago rememorar recuerdo que tal vez estés olvidando.
Aún me acuerdo cuando discutíamos por cosas sin sentido, por cosas que después nos reíamos. Fue gracioso cuando una noche llegué a casa tarde, borracho, y tú me gritaste y lloraste. Yo me disculpaba mientas tú me cerrabas la puerta de la habitación en mi cara. Y cuando despertaste me viste tirado en el suelo a los pies de la puerta con la lengua a fuera y babeando como un perro fiel y guardián.
Ya no recordaré más porque ya es tiempo de dejar de escribir. Ya no lo haré. Tú sabes por qué. Pero me iré o despediré diciéndote que te amo mucho, que siempre serás mía y de nadie más. Que aunque lejos, yo siempre seré tuyo y fiel. Nunca me olvidaré de tus besitos, de los abrazos que me dabas cuando salía de casa bien peinado y con ropa limpia. Recuerdas que una vez me manché antes de salir y ya se me hacía tarde, tú optaste por sacarme la ropa, aunque yo podía solo; y me diste la ropa que habías alistado por si acaso pasaba algo como ese día. Fue genial vivir contigo, fue más que genial.
Estoy en Londres, Susanita. Extrañándote. Amándote. Sin dejar de pensar en los momentos que pasamos juntos, y aunque sin papá fuimos felices.
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